lunes, 13 de abril de 2009

POR LOS PELOS



Si tenemos que hablar de un peinado que fue imitado por el mundo entero y es signo de feminidad, es la dorada y larga melena de Verónica Lake, mujer fatal dónde las haya, protagonista de películas como La Dalia Azul o Me casé con una bruja.



Icono de los 40, preciosa, rubia, muy pequeñita -apenas 1,50- esquizofrénica, alcohólica, insoportable, corta carrera... Vamos, que me encanta.


Hay pocas cosas que me gusten tanto, como la vida de estrellas alcohólicas y fracasadas con historias que acaban en enfermedades mentales, indigencia, más de dos divorcios a las espaldas, adicciones a las drogas, manías insoportables, obsesión por la juventud perdida, retiradas obligadas tras batacazos de taquilla...
Siempre he sido -lo sigo siendo- fan de Audrey Hepburn, pero su vida me empezó a resultar aburridísima- y ella también- compárandola con vidas más interesantes y escabrosas como la de Liz, Joan Crawford, Liza, Marilyn, Bette...
Dejé a Audrey, símbolo denostado de mi adolescencia, para los maricas poperos y las niñas que quieren ser pijas, y me quedo con actrices alcohólicas que maltratan a sus hijas.

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